domingo, 1 de febrero de 2009

Acerca del Entrenamiento

Hoy ví algo en la tele que me llamó la atención. Pero no tanto por su contenido como por la polémica que generó. Era acerca del "bautizo" de unos jóvenes que entraban a la escuela de policía de Chimbote, creo. O Chiclayo. El video era fuerte. Los chicos tenían que rampear en cloacas. Tragar tierra. Dejar que sus superiores les hundieran la cara en barros inmundos. Y otros. Y la gente opinaba. Un comunicador estaba horrorizado. La Cuculiza, fujimorista y partidista de la dictadura y su violencia, también. Curiosamente, un psicoanalista que estudió en el Leoncio Prado no tanto. Y un coronel que tuvo que salir a dar la cara, mucho menos.
Cuando estuve en la escuela de teatro, también se estilaba bautizar a los cachimbos. De forma artística y muy violenta. Yo advertí que yo no entraba en esas vainas, y que al que se me acercara le esperaba una lucha a cabezasos. Nadie me atacó. Pero nada me libró del entrenamiento.
El entrenamiento del primer año lo enseñaban Carlos Alvarado y Willy Pinto, y el objetivo era literalmente Vencer tus Propios Límites de Resistencia. En algún momento de ese primer año, llegábamos a hacer en total, entre las clases de actuación, entrenamiento, voz y danza, alrededor de dos mil abdominales. Al día. Cuando entré a la escuela, hacer cincuenta de corrido me parecía una barbaridad. José de Zela, maestro de Tai chi, a veces nos hacía hacer un solo movimiento o llevar una sola postura durante dos horas seguidas. Dos HORAS. Carlos nos llevó a entrenar a la playa. Al agua helada. También la gente de Cuatrotablas hizo eso. En el TUC, en febrero el calor en El Pozo era imposible. Durante el primer año a veces la gente, deshidratada, salía a vomitar. Entrenabamos hasta ocho horas corridas al día, sin contar con los ensayos de cada curso.
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Un día se me hizo sencillo hacer 2000 abdominales. Mi mente había dejado de protestar. Era más sencillo trabajar hasta la madrugada. Concentrarme durante horas. Manejar la sensación de dolor. Gracias a las clases de Tai chi, llegó un punto en el que podíamos caminar en un salón a oscuras sin golpearnos ni con los compañeros ni con las paredes. Los ojos vendados. No nos golpeábamos con las paredes porque podíamos sentir el frío de las paredes. La presencia y latido de las paredes. Entrabamos en contacto con su energía. No nos golpeábamos con las paredes porque éramos las paredes.
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Exagerado?
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Esta semana tuve la gracia de filmar un corto intenso, silencioso y truculento. Con una foto espectacular, en un lugar hermoso: Pucusana. Tuvimos que grabar 5 horas bajo el sol de enero, trepados en una barca sin techo. A medio día, naturalmente. Tuve que dejar que me tiraran al agua helada, llena de peces, algas y lobos de mar. Y quedarme allí tendida un rato, porque estaba muerta y el personaje lo requería. La sangre que me echaron en el rostro era finísima. Me cayó pésimo, me puso la piel roja y me ardía mucho. Me ardían los ojos. Quería llorar. Pero una vez más estaba muerta y no me corresondía ni llorar, ni pestañear, ni mucho menos, quejarme. Hubiera podido decir Corten carajo, que se me cae la cara. Pero no tenía ningún sentido. Hubiese sido tan sólo una pérdida de tiempo y una indisposición al equipo. Se habían olvidado de traer miel para hacer la sangre y estábamos en el puto desierto. Aguanté hasta que pude, grabamos lo necesario y paramos. Luego tuvimos que bañarnos de noche, con ropa. A la intemperie. Todas eran imágenes bellísimas. El corto tiene una belleza poética maravillosa. Pero:
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Si no tuviera la mente entrenada, no hubiera podido hacer nada de eso. Cualquier cosa que se me ponga ahora por delante se me ocurre que es poca cosa, o sencillamente, que no es algo imposible. Puedo nadar. Puedo estar muy quieta. Puedo tener los ojos abiertos mucho rato. Puedo aprender a hablar idiomas nuevos. Acentos nuevos. Culturas nuevas. Puedo aprender nuevos pasos de baile o caídas. Mi cuerpo ha aprendido a aprehender. Puedo autoobservarme. Puedo dejarme libre, muy libre. Puedo estar callada días, y puedo no parar de hablar improvisando. Puedo Escuchar. Puedo aceptar que, como todo homo sapiens, tengo un nivel jodido de neurosis, y a veces sospecho que algo más. Pero ya no me asusta. Soy lo que Dios deseaba que fuera. Soy la clave perfecta para el momento exacto. Una suerte de llave única. Como cualquiera. Sólo que yo lo se porque lo descubrí. Y a veces descubrir eso requiere que camines tu camino a fondo. En la escuela me enseñaron a valorar todo lo que me pasara en la vida y a dónde eso me llevara. Le llamaban Experiencia de Vida, y es algo así como la mochila de Sport Billy, una suerte de chistera de mago de donde en vez de saltar conejos saltan nostalgias, verdades, silencios. Humanos, muy humanos.
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Qué hubiera pasado si me hubiera negado? Si no hubiera aprendido a dominar la mente y me hubiera quedado a merced de mi flojera y sus mil excusas? Si no me hubiera mirado un día de cara a un espejo? Y haberlo hecho hasta mirar adentro y verme volteada, como en un negativo? Negativo pero yo. Siempre yo. Siempre fiel. Siempre tú.
Qué hubiera pasado?
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Tal vez los policías si no los hacen andar por cloacas hagan ascos a la realidad cuando tengan que hacerlo para perseguir a un narco, o a un sicario. Tal vez pierdan la concentración si acaso tienen que rampear por sus vidas o las de otros y tragan en el camino tierra o arena. O tierra y arena con pila de perro. Podría suceder. Tranquilamente. Tal vez no irían a investigar o no lo harían a fondo en un basural. O entre tripas de pescado en un muelle. Como dijo el Psiquiatra que estudió en el colegio militar L. Prado, es como los que quieren estudiar medicina, tienen que poder tolerar a un muerto. Si no puedes hacerlo, sencillamente, tienes que cambiar de oficio. Y el ejército desgraciadamente es en este momento, como muchas otras instituciones, precisamente eso: una cloaca de corrupción.
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Nuestro oficio requiere un cuerpo sabio, flexible, fuerte, ágil, inteligente, intuitivo, adaptable, moldeable,preciso, impecable, versáil, disciplinado, mesurado, resistente, lleno de brío y a la vez dócil. Y cuando se habla de un cuerpo, se habla también de su respectivo cerebro.
Eres capaz de resistir el entrenamiento de un actor?
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Cuál es tu oficio?
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